Reseña por Ángela Catalán Catalán
Criminalista por la Universitat Autònoma de Barcelona
El recorrido empieza en la Calle Estruc donde en 1909, un matrimonio y su bebé fueron asesinados a manos del joven inquilino al que habían alquilado una habitación. Los mató a hachazos y luego se suicidó con la misma arma. O al menos a esa conclusión llegó la policía ya que no parece existir un móvil para tan cruento asesinato.
La Vanguardia, artículo del 7 de Junio de 1909
Siguiendo por las calles Montsió y Can Canuda, llamada así por la viuda del Sr. Canut dueño de casi todo el barrio en la época, llegamos a la calle Duque de la Victoria, a la que se quiso cambiar de nombre por los malos recuerdos que trae del duque Espartero, que bombardeó Barcelona en 1842 y es el autor de la frase "a Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada 50 años" pero que no fue concedido y para evitar las connotaciones negativas se conoce como calle Duque a secas.
Es en esta calle donde, en una habitación de la pensión, vivían José y Josefa, ella prostituta y él alcohólico y sus tres hijos. El más pequeño, Armandito, era el que más sufría el maltrato de ambos y el más desnutrido, del que los vecinos habían oído la frase en boca de sus padres “es mi hijo y hago con él lo que quiero” y que se ganó el apodo de “el niño mártir de Barcelona”.
Después seguimos hasta la Calle Ferran, que también cambió de nombre. Esta calle se llamaba Fernando VII, quien en 1827 tras expulsar a los soldados de Napoleón hizo general a Charles d’Espagnac, conocido con el nombre del “tigre de Cataluña” para evitar que se instauraran ideas afrancesadas en Cataluña, el cual instauró un reinado del terror matando a todos los que él consideraba afrancesados basándose en unos criterios tan arbitrarios como que las mujeres llevaran trenzas y los hombres barba o bigote. Después de las ejecuciones comía y bebía alrededor del ahorcado y fue el que hizo ampliar ciertas calles como la misma calle Ferran o la calle Princesa para que los militares pudieran acceder al centro más rápidamente si había rebelión.
La siguiente historia transcurre en la Calle Avinyó donde en 1940 se instala Carmen Broto, una chica que, como tantas otras, decide venir a buscarse la vida a Barcelona. Con más ambiciones de las que su empleo como chica del servicio puede cubrir, se hace prostituta de lujo llegando a relacionársela con nombres famosos de la época como Ramón Pané quien incluso llega a ponerle un piso. Se enamora de Jesús Navarro de 26 años, quien con la excusa de una noche de juerga, se la lleva en un coche alquilado junto con su amigo Jaume Viñas, y cuando está borracha la golpean con un mazo en las inmediaciones del Hospital Clínic para luego ir a enterrarla en un solar de la Calle Legalidad donde está esperando el padre de Jesús con la tumba ya cavada. Le quitan las joyas y se dirigen al piso de Carmen para robarle. Su error fue dejar el coche alquilado a pocos metros de donde se encontraba la tumba removida. Detienen a Jesús y su padre y su amigo se suicidan. A él le condenan a 30 años de cárcel de los cuales cumple 15. Hay muchas hipótesis tras la trama ya que se sabe que Carmen tenía información que muchos no hubieran querido que saliera a la luz. Se han publicado varias novelas y rodado múltiples películas basadas en esta historia.
La historia acontecida en la Calle Edén ilustra el machismo de la sociedad de la época. En 1909 un chico murciano, Giner Collado, que se encontraba trabajando en Barcelona, se enamoró perdidamente de María Suárez García una bailarina del Edén y decidió abandonar a su mujer e hijos y fugarse con ella a Cuba, pero cuando ésta le rechazó mientras cenaban, la asesinó de dos disparos. El juez consideró un atenuante el verse rechazado y sólo le condenó a 13 años.
Tras explicar alguna que otra historia más pasamos al plato fuerte, en la calle del Roig nº 29 donde, en 1912, se encontraron en un falso tabique huesos, supuestamente de niño junto con un calcetín y otras pertenencias de algún niño a todas luces pobre por el deterioro de los mismos. El piso donde se encontraron pertenecía nada más y nada menos que a la “Vampira del Raval”, Enriqueta Martí. La historia del análisis forense de los huesos recuerda un poco a la del caso Bretón ya que mientras se esperaba el análisis por parte del Instituto Forense de Madrid se hundió en Titanic, pasando este hecho a acaparar todos los medios y haciendo que el informe final en el que declaraban que los huesos eran de conejo y gallina (¿quién empareda los huesos después de hacer el caldo?) pasara desapercibido, presumiblemente por los intereses ocultos de este caso.
En definitiva, pasamos una tarde entretenida, las dos horas se pasaron volando y, a la vez, aprendimos muchas cosas de nuestra ciudad.
¡Lo recomiendo!